La noche en que supe que el miedo no sólo existía sino pasaba a veces desapercibido, cambiaba mi estado de ánimo con la rapidez que tienen las hormigas al devorar un insecto ajeno a la suspicacia. Mi cuerpo se invadió del frío agudo que podrían sentir los esquimales desnudos perdidos en medio de un iceberg. Mi fuerza resbaló pero no cayó. Pude detenerme, pero más bien sentí que alguien me detuvo.
Esa noche miré al techo como vigilando a ver si caía pero en mi cabeza solo giraba el susurro que venía de todos lados. Fue la solución contra el miedo. Era su voz. Imperfecta pero suficiente, irracional pero entendible. Era muy desolada, casi como las notas más bajas de un piano de juguete. Me hace bien porque esa voz parece tener un alma recubierta por una piel que sabe abrazarme. Esa voz no se abalanza, sólo me rasga.
Parece que se mordiera la lengua y le gusta sentir ese saborcito a nudo. Esa voz espera el mejor momento para dedicarme su conversación. Esa voz renuncia a su universo por sentir algo del miedo que yo hubiese sentido si ella no me hubiera hablado.
Esta noche que sé que el miedo puede encerrarse al menos por unos siglos. Y mi pecho capta decibeles en una frecuencia parecida a la capacidad que tiene Dios para detectar tu boca y mis ganas de escucharte cada vez que quieras susurrarme, amor mío.
Esa noche miré al techo como vigilando a ver si caía pero en mi cabeza solo giraba el susurro que venía de todos lados. Fue la solución contra el miedo. Era su voz. Imperfecta pero suficiente, irracional pero entendible. Era muy desolada, casi como las notas más bajas de un piano de juguete. Me hace bien porque esa voz parece tener un alma recubierta por una piel que sabe abrazarme. Esa voz no se abalanza, sólo me rasga.
Parece que se mordiera la lengua y le gusta sentir ese saborcito a nudo. Esa voz espera el mejor momento para dedicarme su conversación. Esa voz renuncia a su universo por sentir algo del miedo que yo hubiese sentido si ella no me hubiera hablado.
Esta noche que sé que el miedo puede encerrarse al menos por unos siglos. Y mi pecho capta decibeles en una frecuencia parecida a la capacidad que tiene Dios para detectar tu boca y mis ganas de escucharte cada vez que quieras susurrarme, amor mío.
1 comentario:
el cadáver de tu noche te mira con los ojos cerrados
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